La contaminación, el tabaquismo, la mala alimentación, el abuso de alcohol, falta de ejercicio físico, el uso crónico de fármacos y las infecciones son solo algunas de las causas de lo que los científicos han definido como “estrés oxidativo”. Este estrés, que nada tiene que ver con el “estrés emotivo” es más peligroso y afecta a gran parte de la población de los países occidentales.
El “estrés oxidativo” es un “estrés químico” que se produce por la acción de la presencia demasiado elevada en nuestro organismo de las llamadas “Especies Reactivas del Oxígeno (ROS)” entre las cuales, las más peligrosas son los RADICALES LIBRES DEL OXÍGENO.
Este estrés es considerado el responsable del envejecimiento precoz y de una larga lista de enfermedades, -más de cincuenta-, entre las que se encuentran la hipertensión arterial, arterioesclerosis, infarto, ictus, Parkinson, Alzheimer, pancreatitis, obesidad, diabetes, bronquitis crónica, artritis reumatoide, SIDA y numerosas formas de cáncer.
Así como todas estas patologías son fácilmente identificables con el examen médico apropiado, el estrés oxidativo no se manifiesta a través de síntomas identificables debido, entre otras causas, a los invisibles responsables de su aparición, los Radicales Libres.
La evidencias científicas consideran hoy en día que sólo una correcta evaluación de laboratorio permite la identificación y la definición de una condición de estrés oxidativo, su prescripción y el monitoreo de una terapia antioxidante.